¿Quién no ha alzado su mirada al cielo en una noche despejada y se ha sentido admirado por lo que veía y a la vez, inmensamente pequeño ante el espacio infinito? A muchos eso les impacta sólo como un instante maravilloso, y ya está. Otros, cogen esos sentimientos, emociones y las transforman en bellos poemas, cuadros, o preguntas. Yo he sido de estos últimos, y estas preguntas las he querido contagiar a otros, a mis alumnos. No encuentro mayor fuente de asombro y de interrogantes que situarnos ante la inmensidad de los objetos que llenan nuestro cielo. Y si eso se transforma en ganas de buscar respuestas para esas preguntas, ya tenemos sembrada la semilla de una vocación científica en nuestros jóvenes.
Precisamente estos tiempos difíciles de confinamiento, y de cambio en muchos de nuestros paradigmas han puesto a prueba muchas de nuestras creencias, y han reforzado la idea de que la investigación científica, el desarrollo de tecnología que nos empuje al futuro y la forma en la que nos conectamos, son fundamentales para avanzar y en ámbitos que no hubiéramos imaginado.
Aquí estamos los docentes de gran parte del mundo, haciendo del salón de nuestra casa un aula para abrirla a nuestros alumnos y llevarles todo un mundo de descubrimientos y aprendizajes a las suyas. Y se ha hecho de la noche a la mañana, en un tiempo record, y con las herramientas que íbamos adoptando. No hubiera sido posible llevar nuestro acompañamiento a los alumnos sin la tecnología que se ha desarrollado para las comunicaciones a distancia, o sin el desarrollo que se hizo al comienzo de la carrera espacial de los ordenadores. Muchos avances realizados para el apoyo de misiones espaciales se han ido colando en nuestras vidas sin a veces saberlo, y ese ánimo de conocimiento del ser humano que nos ha llevado siempre un poco más lejos, ha hecho mucho más fácil nuestra vida en este tiempo.
Los docentes en todas las partes del mundo hemos dado lo mejor para poder seguir trasmitiendo las ganas de aprender a nuestros alumnos y poder acompañarles en su crecimiento personal y académico desde casa. Nos hemos tenido que habituar a un cambio para el que no estábamos apenas preparados y que nunca antes se había hecho. Pero llegar a todos nuestros alumnos era nuestra prioridad, y sin las posibilidades de comunicación a distancia, de trabajo colaborativo a través de internet, hubiera sido imposible. En un mundo globalizado y con tanta tecnología, la mayor dificultad no es tener herramientas para trabajar a distancia y online con nuestros alumnos, sino saber seleccionar las más adecuadas para atenderles de una manera personalizada, porque nuestros alumnos son diversos así como sus situaciones familiares.
Es complejo también seleccionar tantos recursos educativos como hay en la red, y en esto agencias espaciales como la ESA, también nos han estado apoyando con recursos educativos muy interesantes que nos han ofrecido para estos días.
También esto está siendo difícil para nuestros alumnos adolescentes, ya que para ellos la tecnología se centraba en sus vidas en sus juegos o relaciones virtuales, y no estaban tan preparados como creíamos para cambiar su forma de trabajo. Han hecho miles de fotos y selfies pero enviar una legible de sus ejercicios de matemáticas, ha sido un reto para muchos de ellos.
Pero la mayor dificultad para mí como docente está siendo atender a todos esos alumnos a los que la brecha digital les afecta especialmente. Para ellos esta situación está alterando la igualdad oportunidades que venían teniendo desde una educación presencial y obligatoria. A ellos deben dirigirse nuestros mayores esfuerzos.
Como dijo un gran soñador, “nada se hace sin que antes se imagine”. No imaginábamos nada parecido y aún así hemos sido capaces de hacerlo. Y nuestra vocación ha sido el gran motor de esto.