BIG VAN: Científicos sobre ruedas

Publicado el

BIG VAN: Científicos sobre ruedas

Eduardo, Manuel, Juan y Patricia son sólo un “trozo” de Big Van, el grupo de 20 científicos que recorren España y Latinoamérica con el objetivo de hacer comprensibles los misterios de la ciencia a golpe de monólogos, música, espectáculo y risas, muchas risas. ¿Quién dijo que la Ciencia es aburrida?

En este revolucionario y variopinto grupo de divulgadores científicos hay de todo: matemáticos, astrofísicos, biólogos, ingenieros, físicos de partículas, meteorólogos y hasta químicos. Son científicos e investigadores que entre todos suman más de 40 titulaciones universitarias y que, sin renunciar a su labor científica y profesional, se han propuesto despertar la curiosidad del gran público por la ciencia y la tecnología.

Así empezó todo

El grupo empezó a raíz del concurso de monólogos científicos que organiza el Festival de Ciencia de Cheltenham en el Reino Unido y que el British Council trajo a España en 2013, junto a la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT). “Y resultó que las doce personas que llegamos a la semifinal nos gustamos, nos gustó el formato y bueno… surgió el amor,” explica Eduardo Sáenz de Cabezón, matemático de la Universidad de La Rioja y uno de los miembros fundadores de Big Van. “Surgió el amor y lo otro”, tercia Manuel González, astrofísico que trabaja actualmente en el Instituto de Astrofísica de Andalucía, en Granada”. De modo que empezaron a llevar su espectáculo a teatros y a bares, explorando nuevas vías de interesar al gran público por cuestiones como la paradoja de Fermi o para qué sirven las matemáticas, explicar por qué la distancia más corta entre dos puntos no siempre es una línea recta o el alcance de los descubrimientos de Atapuerca.

La buena noticia es que la idea ha funcionado y ha tenido muy buena acogida de distintos públicos, sobre todo del más joven. La gente se parte de risa mientras Manuel González se desplaza por el escenario recitando La Copla de las Estrellas para explicar cómo nacen y mueren, con un sentimiento y un “duende” que ni la Lola de España. (“mú serquita de nuestra galasia / había una nube de polvo y gás /… como iba sortando materia /aumentaba así su densidá…”).

Llenan teatros y auditorios en Madrid, Barcelona y otras ciudades españolas y de Latinoamérica. Su particular estilo de hacer divulgación científica, a golpe de humor, ha interesado a TED, a REDPOP (Red de Popularización de la Ciencia y la Tecnología en América Latina y el Caribe) y a instituciones como la Fundación Telefónica, UNESCO, el CERN, la Fundación para la Ciencia y la Tecnología (FECYT) o la Obra Social de la Fundación La Caixa, con las que están desarrollando proyectos como LocosxCiencia dirigido a estudiantes de la ESO.

Juegos malabares

Lo que no debe resultarles fácil es compaginar la caravana con sus respectivas profesiones. Hay que dar, pues, por hecho que en lo que son verdaderamente virtuosos es en administrar su tiempo, porque sin dejar de lado sus trabajos -investigación, docencia, empresas privadas- también colaboran con distintos medios de comunicación (los vídeo sketches I LOL CIENCIA en El Mundo Digital, La Ventana de la SER o Las Mañanas de RNE). Al tiempo que acumulan seguidores en Twitter, Facebook,YouTube, Instagram o LinkedIn, donde son muy activos interaccionando con sus espectadores.

Todos coinciden en que es muy divertido pero sacrificado. “Se tira mucho de fin de semana. Aprovechamos los puentes, Semana Santa y el verano para los viajes más largos. El calendario es tremendo -explica Eduardo, el matemático-. Viajamos con frecuencia y a América hemos ido muchísimo”.

Juan Junoy, zoólogo marino de la Universidad de Alcalá, confiesa que le tienen loco e impresionado por el nivel de organización que tienen. “Yo creo que Eduardo no duerme y estoy empezando a dudar de que realmente dé clases en la Universidad…”

“Aunque a veces me cuesta -aclara Eduardo-, no podría dedicarme sólo a esto; no quiero dejar las mates, me interesa seguir investigando. Además lo mío no es como, por ejemplo, los biólogos que cuando tienen un experimento tienen que estar presentes. Las matemáticas las puedo trabajar en un tren. Sólo necesito papel y boli, y a veces un ordenador”.

Juan, científico, tampoco quiere dejar la Universidad. “Yo lo que hago es colaborar con BigVan más que estar metido de pies y manos”, dice. Como, por el contrario, sí hacen algunos miembros de este grupo que se dedican al 100 por 100.

Y es esa posibilidad de elección lo que hace posible esa riqueza de perfiles científicos y profesionales, que es una de las claves del éxito de este grupo. La otra, sin duda, es la variedad de estilos teatrales que manejan. Porque no sólo se valen de la risa para enganchar al público, hay cantantes y magníficos cuentacuentos con los que no te ríes pero cuyos relatos atrapan.

Como por ejemplo el que hace Eduardo Sáenz de Cabezón del increíble caso de Evariste Galois, un francés de 1711, que se aficionó a las matemáticas a los quince años y que a pesar de morir joven, merece que hablemos de él trescientos años después y sus descubrimientos, principalmente su Teoría de conjuntos conocida como teoría de Galois, aplicable en la criptografía y en la física cuántica.

O el de Juan Junoy, profesor de Biología Marina y Recursos Marinos en la Universidad de Alcalá, explicando por qué los mamíferos pequeños no sobreviven en el mar, que para eso necesitarían tener un cuerpo más grande. O el de Patricia Martínez, ingeniera industrial que ha trabajado para grandes empresas del sector aeronáutico, eléctrico y petroquímico, y que cuenta como nadie por qué son importantes los descubrimientos del yacimiento de Atapuerca.

¿Pero interesa de verdad la ciencia?

“Ahora mismo estamos en una sociedad muy tecnológica, donde la ciencia empieza a tener su importancia como producto cultural. La ciencia es parte de la cultura -dice Eduardo Sáenz de Cabezón-. Además la tecnología está omnipresente en nuestra sociedad y apenas la conocemos. ¿Cómo puede ser que desconozcas algo que utilizas todos los días? Eso es un error porque entonces estamos vendidos”.

Lo que busca Big Van es fomentar la curiosidad por estas materias, servir de trampolín para despertar el interés por aprender más de ellas. Manuel González dice que los monólogos duran diez minutos y en ese tiempo no se aprende una disciplina, “pero sí pueden plantar una semillita, la de la curiosidad”.

Vocaciones científicas

Hace falta despertar esa curiosidad por la ciencia y la tecnología porque hacen falta vocaciones científicas. “En el ámbito de la ingeniería, que es en el que yo me muevo -explica Patricia Martínez- se han perdido el 25% de estudiantes en los últimos años. Es muy importante concienciar a los jóvenes sobre estudiar algo que tiene futuro porque es necesario y que genera empleo que, además, es muy creativo.”

Con más presencia del conocimiento científico y tecnológico en la sociedad se despertarían sin duda más vocaciones científicas. Y lo cierto es que este tema no se resuelve sólo a golpe de monólogos. ¿Qué se puede hacer? Eduardo lo tiene claro: “con una buena política de ciencia y de universidades. Tiene que haber unas buenas condiciones de trabajo porque la profesión de científico como la de ingeniero no es fácil, no es un cachondeo. Hace falta rigor, hay tareas que son muy metódicas. Creo que si la gente tuviera más conocimiento por la ciencia y la tecnología haría que la política de ciencia y de universidad fuera una de las prioridades de los gobiernos”.

“Se sigue viendo como un gasto y no como una inversión necesaria” añade Patricia.

“La base -dice Manuel González- sería un acuerdo estable en educación pero se gobierna al plazo de las legislaturas. Plantearse cómo queremos que sea España en 25 años y hacer una ley de educación y una de ciencia estables”.

Juan tercia “efectivamente la educación nos la cambian continuamente y además la educación científica es muy precaria. Somos un poco estúpidos en este país porque formamos gente buenísima y que otros países, Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, disfrutan de su época más productiva. Y eso desmotiva mucho”.

“En Alemania haces una tesis -explica Eduardo- y es posible que te quedes en investigación, pero es igualmente posible que vayas a la industria. Y sin embargo aquí uno hace la tesis para quedarse en investigación y el sistema de investigación no puede asumirlo.”

Sin embargo Patricia, ingeniera industrial, siempre ha trabajado en la empresa privada y nunca ha hecho el doctorado ni trabajado en investigación para la universidad. “Lo que veo es que el mundo laboral y la universidad están completamente desconectadas. Mis trabajos han sido muy exigentes y en la universidad no me han preparado para ello. El ámbito laboral va muy rápido y te tienes que acostumbrar a trabajar de forma eficaz y con buen visión, con instinto. En algunas universidades extranjeras te das cuenta que empiezan ya en los primeros cursos a trabajar de manera más práctica, en empresas, equipos de trabajo reales…”

Eduardo matiza. “Salvo quizá en los ámbitos técnicos, en las ingenierías o arquitectura, la universidad no está para formar profesionales; está para generar conocimiento y formar personas. La universidad y la empresa deberían tener mejores relaciones”.

“Yo trabajo con unos gusanos -explica Juan Junoy- que no le interesan a nadie porque hoy no sirven para nada. Pero a lo mejor algún día cuando tu esparces el conocimiento alguna de esas ramas va a tirar. No sé si pueden servir para cultivar lubinas. Ésta es la cuestión.”

“En Big Van tenemos -añade Eduardo- a uno que ha puesto un satélite en el Espacio (Gaia), Xabier Luri. Y a Miguel Abril que está implicado en CARMENES, el telescopio del Observatorio de Calar Alto”.

Manuel también investiga el Espacio, trabajando en la divulgación y comunicación de un proyecto que consiste en la construcción de un telescopio enorme entre Australia y África del Sur y en el que participan diez países; cientos de miles de antenas en un país, cientos de miles de antenas en otro país, que va a tratar de desentrañar qué ocurrió con el Big Bang, va intentar buscar señales de vida y, al ser tan potente, va a poder ver muy atrás en el tiempo…”

Los cuatro cuentan que se emocionaron mucho con la campaña de comunicación de la ESA de Rosetta. “Fue una maravilla -afirma Manuel-; iba evolucionando según avanzaba la misión. Tocaba redes sociales, documentales, entrevistas… Pero la joyita fueron los dibujos animados. Y es que cuando se divulga ciencia o tecnología, aunque sean conceptos muy técnicos, tocan las emociones. Y éstas son un estupendo vehículo de divulgación y de transmisión del conocimiento. Algo que pasa también con la risa”.